Se acostaron. El, distraído, ella, observándolo. No solo mirando, sino también evaluando.
¿Qué importaba cuanto tiempo llevaran juntos? Hoy sus ojos estaban llenos de vida, pero era una vida extraña. Mejor que nada, supuso.
Olor a camperas sacadas de armarios húmedos, manos que laten de frió dentro de sus bolsillos, humo de cigarrillo, luz filtrada por un manto de nubes grises, el Obelisco en la noche, la costanera en la madrugada, un café en Once a las 4 am, jugando a estar en Londres.
En días así, mi alma es una habitación con muebles de madera y luz amarilla oscura.
Y lo que se puede ver es todo tan cruel y luego tan bondadoso, que hasta el silencio se hace música.
Lo que pasa es que yo no hablo en ese lenguaje de ternura de abuela y susurros bajo la débil luz amarilla del velador, no. Yo trato de alcanzarte desde algún punto inubicable del desierto que hay entre mis oídos y mi habitación, con silencio musical. Afuera todo siempre es distinto; en ti el velador a veces es reemplazado por vela, pero el escenario no cambia. Porque esta detrás de muros infranqueables. Intento vencerlos, pero estando del otro lado la puerta y yo siempre cambiamos de lugar en el peor momento.
Bueno, también debo admitir que las imágenes que mis globos oculares me transmiten son cada vez menos materiales. Veo que afuera de las ventanas todo es de ese color naranja oscuro del atardecer, pero apenas si lo siento como antes. De este lado solo puedo ofrecer café de sabor monótono, inercia y de vez en cuando una calidez que lastima sin quemar. Los pensamientos no se tiran, solo que no van a ningún lado, y terminan aburriendo. La única intensidad termina siendo la de la ansiedad.
Y te miro como alguien que fracaso en resolver el enigma de la esfinge, pero antes de morir se le permite acariciarla.
Pero no me preocupo por mí, sino por mis manos, que están por sumergirse en ese placer blasfemo...
Se preguntó de que servia preguntarse acerca de lo que el sentía, si durante años había callado. Hasta el punto en que si algún día rompiera sus cadenas, ya no seria liberador, sino monstruoso.
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