martes, 27 de octubre de 2009

¿Donde quedaron las enredaderas que adornaban la casa que hay detrás de los ojos del espejo?
Nada que yo pueda crear estará completo sin ese encanto.
Toda la ciudad debería llenarse de enredaderas, y la lluvia debería caer durante meses, en un último intento por recuperar nuestro placer de ser efímeros.
Pero antes de que eso pase moriremos por viejos. Poder ver no significara nada, cuando todo sea un espejo que conozcamos de memoria.

- ¡Corre, Alicia, que el mundo se terminará!
- ¡Pero si no es miedo lo que siento!
Nada es lo que parece porque nada es. Y si mi razón es solo mía, eso me basta.

Algún día tal vez desde nuestra cúpula gris caiga la tierra, los miedos se solidifiquen, los espejos se quiebren, el viento se erosione a si mismo, el mar inunde las cuencas de miles de ojos... Entonces quizás valga la pena ver.

Pero hasta entonces Alicia solo piensa en patear una paloma distraída, tropezarse con los cordones bien atados, morderse la lengua en un beso... Pero no tiene palomas, ni cordones, ni besos. Y su razón sola no le alcanza.

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