miércoles, 25 de noviembre de 2009

La religión del dios.

La Luna no se atreve a alejarse del horizonte porque teme ver a la belleza que debe lucir las marcas del fuego. La perfección llora al ver corrompida su encarnación preferida. El desastre ha caído sobre el tiempo, quien ahora mezcló los tiempos del Infierno y del Cielo, en la Tierra. Estos se turnan para transcurrir de a un segundo cada uno. El tiempo de la Tierra se escapo a la Luna y se ahogó.
Bajo las nubes todo era un cataclismo constante pero invisible, donde el fuego lloraba arrepentido. Planeta llanto silencioso de belleza corrompida y fuego arrepentido.
El ojo de un pájaro muerto ha sido coronado rey, y ha declarado que en adelante el aire será un laberinto, y la vida se dividirá y se unirá y se dividirá y se unirá y se dividirá y se unirá.
Cuentan que existen dos lugares donde sigue vivo el tiempo de la Tierra: un cráter en la Luna (aunque allí nunca vivirá nadie, y por ende en realidad no existe); y el interior de una nube que jamás ha llovido. Allí vive el verdadero hombre, pero como está solo no es hombre sino un dios ciego. Los demás habitantes de la Tierra solo serán dioses cuando se ahoguen en los contrastes.
El otro ojo del pájaro muerto, celoso por no haber sido coronado, quiso crear un mundo nuevo con todo lo que no encontró en éste. Eligió a un hombre para usarlo en sus experimentos, y le permitió materializar sus anhelos, entregarse a la aurora, ahogarse en un río de luz violeta, y renacer en viento. Este hombre se negó a crear el nuevo mundo, porque consideró que el que ya existía poseía el potencial para ser cualquier mundo. Cada ser vivo tiene el potencial para ser cualquier ser vivo, cada percepción tiene el potencial de sentir el mundo a su gusto. Y esto ha sido así desde siempre. Ya se ha creado una cantidad infinita de mundos, uno por cada percepción, distantes en un instante aislado, pero idénticos en el fluir de la eternidad. Esa idea de infinito, del que todos los seres vivos son a la vez partes y todo, un todo que aprecia la belleza de cada una de sus partes más pequeñas, sin moral, solo apreciando el valor de la existencia de cada momento, esa idea es Dios en este cataclismo.

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