miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mascarada para uno.


Aunque de repente un ombú derramara su sombra sobre las baldosas naranjas, aunque el pasto tuviera la atracción del océano, aunque los ojos se divirtieran trepando árboles, aunque todos los silencios celestes del cielo diurno nos atacaran, los muros seguirían existiendo.
Pero cualquiera que quedara encerrado en el jardín botánico durante la noche alumbrará la negrura tarareando con nostalgia una melodía orquestal. Y llorará pidiendo que algún amor soñado lama sus heridas. Gritará pidiendo que alguien alivie lo que hicieron las mentiras y lo falso y lo infinito, porque vera más allá de los muros, con ojos de árbol. Algunas hojas lo acariciarán, pero no servirá de nada. Aparte del eco del tarareo, como siempre, habrá solo silencio y susurros verdes como respuesta..
Una vez conocí a alguien que pasó una noche encerrado allí. Me contó como esa noche le sirvió para crear una obra de teatro infinita, con ángeles andróginos y Tierras que se terminan. Pasó el resto de su vida tocando el violín en cualquier jardín donde la sombra de los árboles y el mármol coincidieran. Murió de hambre, pero logro devolverle la inocencia a mis mañanas, al menos por un tiempo…

1 comentario: