De gatos negros y violines rotos.

“Ahogarme en las nubes o morir intentándolo,
porque la inercia es el camino más seguro al cadalso.
Le pertenezco a la vida,
pero más le pertenezco al impulso de vagar por ella,
a veces con dicha de recorrer caminos al azar,
y recorrer a los que los recorren,
ajeno, sin pertenecerles;
a veces dispuesto a sacrificarlo todo
por un abrazo, y lo que es peor,
también por una cadena.
Me temo,
como un cuadro que al ser terminado
permanecerá eternamente oculto.
Esferas de debates violentos
en las profundidades más profundas de la profundidad más profunda,
cerrar la puerta tras de si, y tirar la llave a la corriente.
Después saltar tras ella, seguro de nunca encontrarla. Y satisfecho.
Arrancarle un pedazo al infinito duele mucho.
Intente guiarme en el desierto con el mapa de un laberinto.
Fracasé en fracasar y me sentí fuerte.
Construí una base para mis castillos, para luego olvidarlos.
Escapé del escape.
Al fin, llovió, y las calles de lo cotidiano se vieron hermosas.
Y paró. Y quería más.
Me ahogare en las nubes o moriré intentándolo.”