jueves, 22 de mayo de 2014

Otra versión.

Había perdido la cuenta de las veces que había terminado en medio de la noche perdido en el desierto, pero siempre encontraba el camino a casa, y cada mes volvía a hacer su peregrinaje. A medianoche, la miraba fijo hasta que el cuello le doliera, le cantaba, le lloraba, y reía de felicidad. Se desesperaba.
Cierta vez sus delirios lo llevaron a rogar:
"- Oh Gravedad, ¡ejerce tu gracia y baja a mi amada de los cielos!"
Y en sus delirios, la Gravedad respondió:
"- ¿Y qué te hace merecedor de tal virtud? ¿Qué puedes ofrecerle, que nadie más pueda?"
Pasó años sin volver al desierto, con los pies bien firmes sobre la tierra, pensando en una respuesta digna.

Fragmento de la autobiografía de Protágoras "el empalador" Barbanegra.

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