"-Con calma, hermana... con gentileza. Sir Lanzarote, Mejor Caballero del Mundo, creo que
has de conceder que no hay estado, clima, actividad, placer, dolor, alegría, pena, derrota o
victoria cuyos excesos no nos dejen ahítos. El don que te ofrezco es el cambio. Un día todo
reirá, como un rizado estanque azul que sonríe al sol mientras las ondas chocan dichosamente
con los musgosos guijarros; el próximo engendrará fieras tormentas, una violencia salvaje y
demoledora, capaz de desgarrarte, maravillosa. Te prometo que cada alegría será enfatizada por
un pequeño dolor, que el reposo seguirá al frenesí, que el calor alternará con el frío. Tras las
lujurias de la carne y el espíritu, sobrevendrá una ascética mesura, un bálsamo para no aturdirte.
Prometo que ninguna experiencia se desgastará por sí misma. En una palabra, extenderé tus
facultades, sensaciones y pensamientos hasta el límite máximo, para que nunca padezcas la
plaga universal de la consunción, de la curiosidad insatisfecha, de las posibilidades inexploradas. Te ofrezco la vida. Un día serás rey y al día siguiente un siervo abrumado de trabajo, para poder valorar tu condición de monarca. Donde otros te ofrecen sólo una cosa, yo te lo ofrezco todo en escalonados contrastes. -Sus ojos eran ahora gris pizarra, sombríos, y en ellos fulguraba una inminente tempestad-. Y finalmente, te ofrezco una muerte apropiada, una muerte digna y deslumbrante, el corolario adecuado a una y ida apropiada, digna y deslumbrante. -Lanzó una mirada de triunfo a las otras reinas rivales."
Fragmento de "Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros",
versión de John Steinbeck.
(N.M.
Jodete, Lancelot... A esta oferta yo no me habría resistido...)
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