martes, 7 de febrero de 2012


"-Con calma, hermana... con gentileza. Sir Lanzarote, Mejor Caballero del Mundo, creo que 
has  de  conceder  que  no hay  estado,  clima,  actividad,  placer,  dolor,  alegría,  pena,  derrota  o 
victoria cuyos  excesos no nos dejen  ahítos. El don que te ofrezco  es el  cambio. Un día todo 
reirá, como un rizado estanque azul que sonríe al sol mientras las  ondas  chocan dichosamente 
con  los musgosos guijarros;  el próximo  engendrará fieras tormentas, una violencia salvaje  y 
demoledora, capaz de desgarrarte, maravillosa. Te prometo que cada alegría será enfatizada por 
un pequeño dolor, que el reposo seguirá al frenesí, que el calor alternará con el frío. Tras las 
lujurias de la carne y el espíritu, sobrevendrá una ascética mesura, un bálsamo para no aturdirte. 
Prometo que ninguna experiencia se desgastará  por sí misma. En una  palabra,  extenderé tus 
facultades, sensaciones  y  pensamientos  hasta el límite máximo,  para  que  nunca  padezcas la 
plaga  universal  de  la consunción,  de  la curiosidad  insatisfecha,  de  las  posibilidades inexploradas. Te  ofrezco la  vida. Un día serás rey y al  día siguiente un siervo  abrumado de trabajo, para poder valorar tu condición de monarca. Donde otros te ofrecen sólo una cosa, yo te lo ofrezco todo en escalonados contrastes. -Sus ojos eran ahora gris pizarra, sombríos, y en ellos fulguraba  una  inminente  tempestad-.  Y  finalmente,  te  ofrezco una  muerte  apropiada,  una muerte  digna  y  deslumbrante,  el  corolario  adecuado  a  una  y  ida  apropiada,  digna  y deslumbrante. -Lanzó una mirada de triunfo a las otras reinas rivales."


Fragmento de "Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros",
versión de John Steinbeck.


(N.M.
Jodete, Lancelot... A esta oferta yo no me habría resistido...)

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